Ana adoraba tener las uñas prolijas. Durante años, el semipermanente fue su mejor aliado. Brillo impecable, duración extrema, color vibrante… hasta que su cuerpo le empezó a pasar factura. En esta nota te contamos su historia: cómo fue que sus uñas llegaron a un punto crítico, y cómo logró recuperarlas, cuidarlas y volver a disfrutar del esmalte con productos saludables, libres de tóxicos y sin necesidad de dañar.
🧩 El quiebre: “Me dolía hasta lavar los platos”
Ana notó que sus uñas se estaban debilitando, pero lo atribuía al estrés o a factores externos. Hasta que, una mañana, al desabrocharse el pantalón, una uña se partió al ras. Ya no era solo una cuestión estética.
“Tenía las uñas tan finitas que se me doblaban. Se me escamaban en capas, me dolía al apoyar los dedos y ya ni el semipermanente me las sostenía”, cuenta Ana.
Ese día, después de que la manicura se llevara por completo la última capa de su lámina ungueal con el torno, dijo basta.
🌿 La decisión: hacer una pausa, pero no resignar lo lindo
Ana decidió que necesitaba un cambio. Empezó a buscar alternativas y se cruzó con Semilla Cosméticos. Le llamó la atención por tres cosas:
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Fórmulas 23-Free (sin los químicos que la habían afectado tanto)
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Productos veganos, hipoalergénicos y sin crueldad animal
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Una línea pensada no solo para maquillar, sino para sanar y fortalecer
“No quería renunciar a tener las uñas lindas. Solo necesitaba que dejaran de sufrir”, recuerda.
💅 El proceso: su rutina de recuperación
Durante 30 días, Ana dejó el color de lado y se enfocó en sanar. Esta fue su rutina:
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Base Coat Fortalecedora Semilla
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Aplicada 3 veces por semana, sola o como base protectora.
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Le aportó estructura desde la primera semana.
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Aceite de Cutículas Semilla
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Lo usaba todas las noches antes de dormir.
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Hidrató la matriz de la uña y regeneró el contorno seco y dañado.
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Cuidado extra
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Usaba guantes para limpiar y aplicaba crema de manos a diario.
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Se desconectó del “deber tenerlas perfectas” para enfocarse en tenerlas sanas.
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🎨 El renacer: volver al color sin culpa
Cuando sintió que sus uñas estaban listas, volvió al color. Eligió Lovely Pink, un rosa suave, femenino y lleno de luz.
“Me emocioné. Después de tanto tiempo tapando el daño con brillo artificial, sentí que por fin me estaba cuidando en serio.”
Desde ese día, Ana no volvió al semipermanente. Rotó entre tonos como Pumpkin, Green Forest, Soft Blue y Gold Sunrise, según su humor y la estación. Pero lo más importante: nunca más dejó de priorizar su salud.
La historia de Ana no es única. Miles de mujeres sienten que sus uñas se debilitan sin saber por qué. Y muchas, como ella, descubren que cuidarse no significa resignar lo lindo, sino elegir lo saludable, lo consciente y lo que realmente te hace sentir bien. Con Semilla, Ana recuperó sus uñas… y también la confianza de volver a mostrarlas con orgullo.
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